Habla con un experto en contratación pública

¿Qué riesgos tiene presentar una oferta excesivamente baja?

Presentación Ofertas

Poner una oferta ridículamente baja en una licitación pública… mira, puede sonar tentador al principio, rollo “Eh, seguro ganamos porque nadie va a ir tan bajo como nosotros”, pero la realidad es que te metes en un berenjenal de cuidado. O sea, sí, a corto plazo igual te ves celebrando porque ganaste la licitación, pero luego, cuando te das cuenta de que los números no cuadran y los costos reales te empiezan a morder el trasero… pues, la fiesta se acaba rápido.

A ver, uno de los mayores líos es que te pueden tachar de “oferta temeraria”. Y esto no es solo una palabrita bonita; significa que tu precio suena tan sospechosamente bajo que, básicamente, la administración se pregunta si vas en serio o estás improvisando. En muchos países (España, por ejemplo, lo deja clarísimo en el artículo 149 de su Ley de Contratos del Sector Público), si no puedes justificar por qué tu oferta es tan baja, te mandan directo a la papelera. Sin contemplaciones.

Y si por algún milagro te dejan pasar y acabas ganando, pero luego te das cuenta de que no tienes pasta para cumplir… bueno, prepárate para que tu reputación se vaya por el desagüe. Nadie quiere contratar a la empresa que promete oro a precio de cobre y luego no cumple. Además, si no puedes entregar lo que prometiste, igual te comes alguna sanción o acabas metido en líos legales. Y eso, sinceramente, nadie lo quiere.

¿Y qué pasa con la calidad? Pues, adivina. Si te comprometes a hacerlo todo barato, igual terminas recortando esquinas por todos lados. Materiales más cutres, menos personal, prisas… Al final, el trabajo sale regulero, el cliente lo nota y tu nombre queda marcado. Y si la cosa se pone fea y los costos se disparan, puedes acabar con problemas de caja, sin poder pagar ni a empleados ni a proveedores, y en el peor de los casos, chapando el negocio. Un desastre.

Vamos, que aquí no se trata solo de ir a lo más bajo y ya. Hay que hacer números, pensar a medio y largo plazo y, sobre todo, no volverse loco bajando precios sólo para ganar. Mejor presentar una oferta decente, competitiva, pero que no te deje sin aire.

En fin, que lo barato sale caro, y en las licitaciones públicas esto se multiplica por diez. Hay que pensárselo dos veces antes de tirarse a la piscina con una oferta demasiado baja, porque el golpe puede ser fuerte.

Marta Jiménez

Marta Jiménez

Experta en contratación pública • Transformación digital de licitaciones • Formadora y autora en Tendios

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