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¿Puede subsanarse una falta de firma electrónica?

Subsanación

Bueno, ahí te va más a fondo, porque el tema da para rato y nadie quiere quedarse con la versión corta (bueno, excepto los que sí, pero ni modo). El rollo de la firma electrónica en licitaciones públicas no es sólo “pon tu garabato digital y ya”. Es todo un ritual: te piden que pruebes que tú eres tú, que nadie alteró los documentos y que todo el proceso sea transparente. Imagínate el caos si cualquiera pudiera meter mano. Por eso, los sistemas de licitación la ponen como requisito sagrado, casi como si fuera la entrada al Olimpo burocrático.

¿Y qué pasa si se te olvida? Aunque suene a tragedia griega, el mundo no siempre se acaba ahí. En muchos países, especialmente en la Unión Europea, tienen esa idea de “no matemos moscas a cañonazos”. O sea, si el error no es la gran cosa—como faltar la firma electrónica, pero todo lo demás está bien—te pueden dejar corregirlo. Es el famoso proceso de subsanación, que básicamente es la redención para despistados. Eso sí, sólo si tu error no cambia lo esencial de tu propuesta, porque tampoco van a dejar que la gente haga trampa de último minuto. Vamos, que no puedes mandar una oferta y después, en la corrección, cambiar el precio o meter algo que te dé ventaja desleal. No es un comodín para arreglar todo, sólo para detalles menores.

Ahora, aquí viene lo divertido: cada país interpreta las reglas a su manera. En España, por ejemplo, son un poco estrictos pero sí permiten subsanar ciertas cosas. En América Latina, depende mucho del organismo y del humor del funcionario de turno, honestamente. Hay lugares donde la falta de firma electrónica es como olvidarte el pasaporte: no entras ni de chiste. Y en algunos, si tienes buenas razones (y suerte), te dan chance de arreglarlo.

Otra cosa que suele pasar—y que nadie te dice—es que los portales electrónicos donde subes los documentos a veces fallan. A veces el archivo se sube sin la firma, o se corrompe en el camino. Y ahí empieza la pesadilla de correos y llamadas para ver si pueden dejarte corregirlo. Por eso hay empresas que tienen hasta checklists tipo “checa la firma electrónica antes de subir”, o contratan a alguien sólo para eso. Parece exagerado, pero perder un contrato por un descuido así da coraje, la verdad.

Y hablando de herramientas, no todas las firmas electrónicas son iguales. Hay algunas que ni el perro del vecino reconoce, y otras súper sofisticadas con blockchain y todo el rollo. Las administraciones públicas suelen pedir las más seguras, así que no intentes atajar con la opción barata, porque te puedes llevar un susto.

¿Lección de todo esto? No te fíes sólo de lo que dice la ley. Lee bien los pliegos de la licitación, pregunta si tienes dudas y, sobre todo, no dejes la presentación para el último minuto. Porque si algo falla, al menos tienes tiempo de reaccionar. El margen de error existe, pero mejor no depender de él. Es como ir a un examen sabiendo que a veces el profe acepta tachones: puedes tener suerte, pero mejor hazlo bien desde el principio.

En resumen, sí, la falta de firma electrónica puede tener arreglo, pero no es garantía. Y si te la juegas, que sea porque no te quedó de otra, no por flojera o descuido. Ponte serio con los requisitos y usa buenas herramientas, que en estos procesos un simple clic puede valer millones… o dejarte fuera de la jugada.

Marta Jiménez

Marta Jiménez

Experta en contratación pública • Transformación digital de licitaciones • Formadora y autora en Tendios

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