¿Cuándo se considera una oferta anormalmente baja?
Vale, aquí va el texto con un toque mucho más humano y menos de robot legalista:
Mira, el rollo de la “oferta anormalmente baja” es básicamente esto: alguien llega a una licitación pública y tira una propuesta tan barata que hace levantar las cejas a todo el mundo. Es de esas ofertas que tú ves y piensas, “¿cómo van a hacer eso sin perder dinero… o sin hacer trampas?” La Ley de Contratos del Sector Público, en el artículo 149, pone las reglas del juego para manejar este tipo de situaciones, que, dicho sea de paso, no son tan raras como uno creería.
¿Por qué tanto lío con estas ofertas? Pues porque muchas veces el miedo es que la empresa no tenga ni los recursos ni la mínima idea para cumplir el contrato. O peor, que estén intentando alguna jugada rara para ganar sí o sí, aunque luego no puedan entregar nada. A veces es simple ingenuidad, otras puro descaro.
¿Y cómo se detecta una de estas ofertas “sospechosamente” bajas? No hay una fórmula mágica, pero en general comparan todas las ofertas y si la tuya está super lejos del promedio o del presupuesto base, pues… ojo, alarma encendida.
Ahora, tampoco es que te echan del concurso directo. La ley dice que, antes de mandarte a paseo, la administración tiene que pedirte explicaciones por escrito. Es tu momento para lucirte y decir: “¡Eh, tengo mis razones!” Puede que seas más eficiente, uses tecnología nueva, o simplemente compres a lo grande y te sale todo más barato. Si convences, sigues en la pelea.
Eso sí, no te lo pintan fácil. Si vas a presentar una oferta tiradísima de precio, prepárate para sudar la gota gorda justificando todo. A veces es más lío de lo que vale.
Total, que una oferta anormalmente baja es como ese chollo que parece demasiado bueno para ser verdad. Si puedes demostrar que tienes cómo hacerlo sin liarla, bien por ti. Pero ojo, porque ir de listo con precios imposibles te puede meter en un berenjenal. A veces, más vale pasarte de realista que de optimista y acabar ganando contratos… sin dramas.
