¿Cuáles son los errores más comunes de las pymes al licitar?
Las pymes, vamos, las pobres pymes, siempre metiéndose en líos con las licitaciones públicas. Suena a oportunidad de oro, pero a la hora de la verdad… menudo laberinto. Ahora, si tuviera que hacer una lista de los tropezones más típicos, aquí va mi versión sinceramente brutal.
Primero, la preparación. ¿Qué preparación? A veces parece que la gente piensa que con juntar unos papeles y ponerle una portada bonita ya está. Ni de broma. Hay que leerse bien todo—sí, todo, aunque duela—y entender qué demonios están pidiendo. Y ojo, que un simple despiste con la legislación (hola, Ley de Contratos del Sector Público) te puede dejar fuera antes de empezar.
Luego está el clásico de no pillar el alcance de la licitación. O sea, te lanzas a preparar la propuesta y ni siquiera tienes claro si puedes cumplir con lo que piden. ¿En serio? Hay que leerse hasta la letra pequeña, y no solo para dormirte en el metro.
¿Falta de experiencia? Uf, este sí que es el talón de Aquiles de muchas pymes. Creen que pueden improvisar porque “no puede ser tan complicado”, pero claro, luego se pierden en el papeleo y las plataformas esas horribles. Hay que pedirle ayuda a alguien que sepa, buscar formación, lo que sea, pero no ir a ciegas.
Otro fallo muy top: subestimar el tiempo y los recursos que esto exige. Preparar una propuesta de licitación no es cosa de una tarde de domingo. Hace falta currárselo, invertir horas, incluso pasta. Si lo dejas para el último minuto, pasa lo que pasa: propuestas hechas a medias, recortes de última hora y, sorpresa, adiós a la oportunidad.
Y ya, el broche de oro: presentan la propuesta y se olvidan del asunto. Pues no, amigo. Hay que hacer seguimiento, preguntar, estar encima. Si no, ¿cómo esperas enterarte de si falta algo o si hay una duda que puedes aclarar?
Resumiendo, si una pyme quiere tener alguna opción en este circo de las licitaciones, toca currar en serio: prepararse de verdad, entender lo que piden, buscar ayuda, calcular bien los recursos, y no dormirse tras entregar la propuesta. ¿Suena agotador? Sí. ¿Vale la pena si ganas? Pues tú dirás.