¿Cómo se resuelven los empates en la adjudicación?
Bueno, a ver. Cuando dos empresas quedan empatadas en una licitación pública —o sea, ofrecen lo mismo, cumplen todo y ni pa’ delante ni pa’ atrás—, empieza el verdadero show. Y, créeme, no hay un solo guion fijo: cada país tiene sus propias reglas, y a veces incluso cada ciudad se monta su película diferente. Es un caos bonito.
Por lo general, los pliegos (esa montaña de documentos que casi nadie lee entera) ya traen de fábrica algún “plan B” para el desempate. ¿Qué puede ser? Pues desde puntos extra para empresas que promuevan la igualdad de género, que tengan historial limpio (o sea, no hayan dejado a nadie colgado), que sean ecológicas, o que simplemente tengan mejor reputación. A veces hasta premian a las que son más inclusivas. Todo muy de siglo XXI.
Ahora, si todavía siguen empatadas porque, no sé, el universo quiere jugar con tu ansiedad, hay lugares —en la Unión Europea, por ejemplo— donde simplemente tiran por lo sano y hacen un sorteo. Literal, sacan un papelito de una urna. Pero ojo, que tiene que haber un notario o alguien con cara de serio mirando para que no haya trampa.
En Estados Unidos, la cosa puede ir por otro lado: la ley federal dice, “¿Hay empate? Pues preferencia para las pequeñas empresas.” Está bien, ¿no? Un poco de Robin Hood en el mundo empresarial.
¿Mi consejo de oro? Léete los pliegos como si fueran el último capítulo de tu serie favorita. No te saltes ni una coma, porque ahí suelen esconder los criterios de desempate y cualquier truquito que te puede salvar. Y si la cosa se pone fea, búscate a un abogado o alguien que sepa del tema. Hay más reglas y tecnicismos aquí que en un partido de fútbol americano, así que mejor ir preparado.
En resumen, no hay una fórmula mágica: depende de la ley, del organismo, del humor del funcionario de turno… Pero si te informas bien y tienes un experto a mano, puedes sobrevivir al proceso. Y quién sabe, igual hasta terminas ganando.